Conocí a Diana en el otoño de 2011 en Madrid, cuando éramos dos estudiantes con unas ganas locas de vivir la vida.
Por alguna u otra razón, tuve la suerte de coincidir con ella en tiempo y espacio. Es una de las personas más transparentes y divertidas que se han puesto en mi camino, de esas que en los primeros cinco minutos de hablar sientes que han estado allí toda una vida.
Recuerdo que fue en el verano de 2012, yo llevaba mi cámara de lomografía (coincidentemente la Diana F+) colgando del cuello mientras caminábamos por el Parque del Retiro, cuando Diana me contó sobre Alan: Justo antes de venir a Madrid para terminar su especialización, ella fue su terapeuta por unos meses, mientras él se recuperaba de un accidente absurdo en una piscina. Un accidente que le dejó una lesión medular seria y le cambió por completo la vida. Sin embargo, conocerse durante esos meses de terapia fue algo que también les cambió la vida a los dos. Algo que yo no entendería del todo hasta un tiempo después, cuando les conocí juntos en Guatemala.
Unos años después de su accidente, Alan escribió el libro En la Silla de Morfeo, donde comparte la filosofía detrás de su actitud positiva y sin limitaciones hacia la vida (el fundador de lo que yo personalmente llamo el "teikirizismo y el p'alantismo"), es coach y da charlas de motivación en Guatemala y Latinoamérica. Diana es una excelente terapeuta y, junto con un equipo, han creado la Fundación Sigue Avanzando para apoyar la investigación y acciones a favor de las personas con lesiones medulares en Guatemala.
Luego de estar juntos un tiempo, se casaron en noviembre de 2016. Realmente, Alan y Diana son energía pura. Comparten un amor que fluye de una manera natural y simple. Estas fotos solamente son un reflejo de esa luz, y espero que les inspiren y recuerdan que el amor siempre se puede presentar de la manera más inesperada, en el momento exacto en que lo necesitamos y darle un nuevo sentido a nuestra vida.
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